En el año 1996 El Diario Montañés publicó un reportaje que se titulaba “Los vaqueros de Sejos”. El artículo estaba basado en un programa de Radio Nacional que le habían hecho a mi padre durante el verano de 1984. El programa le titularon Valles y montañas. El periodista era Jesús García Preciado y venía buscando la historia de una chifla que se hacía con los huesos de un buitre.
Alguien le informó de que el que sabía bien esa historia era Mael el de Paterre, que así era como conocían a mi padre, después de pasar nueve años cuidando las vacas del pueblo de valle con su padre, apodado Paterre, en el puerto de Sejos, y más concretamente en la cabaña de Los Cantos, que pertenece al pueblo de Valle.
En ese programa, mi padre contaba como era la vida de los vaqueros y sus sarrujanes, que era como se llamaba a los críos que subían con los pastores, como fue el caso de mi padre.
En la historia también se incluía que las chiflas se sacaban de los huesos del buitre. Según contaba, el buitre tenía tienen cuatro en las alas, dos huesos largos que eran los que se aprovechaban para la chifla y dos más gordos que usaban para refinar las albarcas.
En la noticia se recoge que el vaquero que iba a hacer la chifla no se atrevió al final, porque los huesos estaban demasiado frescos y porque el buitre, al parecer, había muerto envenenado.
El vaquero que las hacía se le conocía como Berenguer, y según mi padre, sabía tocar la chifla divinamente.
Hoy, dondequiera que estén los dos, seguro que mi padre se arranque a cantar algo, que lo hacía muy bien, al son de la chifla de Berenguer, hecha con los huesos de un buitre.
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