EL REBAÑO, de Secundina Ruiz

 

Cuando yo tenía 10 u 11 años, en el pueblo había un rebaño de cabras que eran animales de varios vecinos. Por cada 2 cabras que tuvieras te tocaba guardar el rebaño un día; si tenías, por ejemplo, 6 cabras, te tocaba guardarlas 3 días.

Por las mañanas, hacías una llamada en tres puntos del pueblo e ibas reuniendo a las cabras. El primer día que me tocó hacerlo a mí, mi hermano Loy me ayudó hasta salir del pueblo y perderlo de vista. 

Desde allí, camino de la Sierra, me indicó por donde las tenía que subir. Mi madre me había dado muchas indicaciones, porque necesitaba que mis hermanos la ayudaran en la hierba, que lo tenían en el Negreo, en la montaña contraria. Yo me pasé todo el día requedándolas para que no avanzaran. No teníamos reloj, nos guiábamos por el sol. Sobre las 6 de la tarde me vine al pueblo con ellas, pero cuando estábamos ya cerca, se tiraron todas a saltar por las huertas, y no se quedó ninguna en el camino. 

Yo corría tras ellas llorando porque no podía más.

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