CALCETINES, de Ángela Prieto


Tuve una relación muy especial con una yegua de monte. Al morir mi hermano, mi marido y yo tuvimos que hacernos cargo de las yeguas que él tenía en el monte. Por entonces parió una yegua que mi hermano llamaba “Metralleta” porque no había quién se acercara a ella. Solía pasar con todas, pero el decía que esta estaba especialmente loca.

De ese parto nació “Calcetines”. La pusimos así porque tenía de color blanco la mitad inferior de las patas. Al contrario que su madre, Calcetines venía en cuanto nos veía, comía el pan de mi mano y le gustaba arrimarse y darme con la cabeza pidiéndome que la acariciara.

Se hizo mayor y siguió igual. Cuando subíamos a echarles la comida, en cuanto me veía bajaba como loca. Desgraciadamente, su vida fue corta. Parió una vez y al año siguiente cogió una enfermedad y murió. Tengo muchas fotos con ella. Siempre que hay una conversación sobre yeguas nos acordamos de ella.

Al cabo de un tiempo decidimos quitarlas todas. 

 

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