Tuve una relación muy especial con una
yegua de monte. Al morir mi hermano, mi marido y yo tuvimos que
hacernos cargo de las yeguas que él tenía en el monte. Por entonces
parió una yegua que mi hermano llamaba “Metralleta” porque no
había quién se acercara a ella. Solía pasar con todas, pero el
decía que esta estaba especialmente loca.
De ese parto nació “Calcetines”. La pusimos así porque tenía de color blanco la mitad inferior de las patas. Al contrario que su madre, Calcetines venía en cuanto nos veía, comía el pan de mi mano y le gustaba arrimarse y darme con la cabeza pidiéndome que la acariciara.
Se hizo mayor y siguió igual. Cuando subíamos a echarles la comida, en cuanto me veía bajaba como loca. Desgraciadamente, su vida fue corta. Parió una vez y al año siguiente cogió una enfermedad y murió. Tengo muchas fotos con ella. Siempre que hay una conversación sobre yeguas nos acordamos de ella.
Al cabo de un tiempo decidimos quitarlas todas.
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