BACALAO A LA ROMERÍA, de Consuelo Díaz Saiz

Cuando llegaba el verano y empezaban las romerías por los pueblos cercanos, en la casa de mi abuela llegaba la hora de sacar la tartera colorada extra grande. Allí era donde ella preparaba el bacalao con pimientos para ir a cenar a la romería que tocase. Lo primero era remojar el bacalao. Por aquel entonces el bacalao era comida de pobres, y en todas las casas estaba colgada la bacalada en un gancho de la cocina. Ahora es comida de ricos.

Empezaba mi abuela bien de mañana a rebozar con harina y huevo el bacalao y lo iba colocando en el fondo de la tartera donde había puesto ya un poco de tomate en el fondo. Luego seguía una capa de bacalao y otra de pimientos, y otra de tomate... y así repetía esas capas por orden hasta llenarla. Terminada la tarea, la ponía en la fresquera, que era una especie de hueco que había en una pared de piedra, para que se enfriara.

A las 5 de la tarde se salía para la romería. La costumbre era cenar en la campa y quedarse a la verbena, Al anochecer los de mi casa nos reuníamos y mi abuela sacaba la gran tartera colorada sobre un mantel de cuadros, con unas 10 barras de pan. Nos sentábamos todos en corro y mi madre empezaba el reparto. Cuando se terminaba el bacalao mojábamos todos en la salsa y nos chupábamos los dedos.

Luego recogiamos todo y otra vez a guardarlo en los cenachos de Catalina, la burra de mi abuelo era la encargada de acarrear los avíos de la cena. Se me olvidaba decir que en esos días nos dejaban echar un traguito de la bota de vino que nos sabía a gloria. Hoy estaría prohibido...


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