LA CALABAZA, de Consuelo Díaz Saiz

 

La historia comienza en el pueblo donde vivíamos, se llamaba la Hilera.

Mi amiga Pili había nacido el mismo dia que yo y éramos compañeras de pupitre en la escuela. Nosotras vivíamos bastante separadas, porque las casas no estaban juntas como en un pueblo, sino que cada finca tenía su casa. Por la mañana nos esperábamos a la salida al camino para ir al colegio. Había que recorrer tres kilómetros andando y siempre íbamos juntas.

Por la tarde nos reuníamos en el lavadero para merendar y así intercambiábamos la merienda. Ella llevaba pan untado con mantequilla y azúcar, y yo, casi siempre, chocolate con pan, porque mi madre reunía los envoltorios del chocolate y le regalaban un plato con cada 10 envoltorios. Yo estaba harta de chocolate y me gustaba más la mantequilla...

Por aquel entonces aquí no se celebraba el Halloween como ahora, pero habíamos visto por televisión que se celebraba con unas calabazas que tenían boca y ojos y dentro le ponían una vela encendida. Decidimos hacer una. Estuvimos buscando calabazas en el huerto de casa pero ni mis padres ni los de ella tenían calabazas, así que nos fuimos a la tierra de un señor que le llamaban Pijos y le cogimos una calabaza grande.

Estuvimos toda la tarde muy entretenidas vaciándola. Cuando ya le habíamos hecho los ojos y la boca apareció la tia de Pili y nos dijo que habían venido los guardias civiles preguntando porque "alguien" había robado una calabaza a Pijos.

Nosotras nos pusimos muy nerviosas. Teníamos tanto miedo que decidimos hacerla cachitos pequeños, muy pequeños, y luego estuvimos dos horas tirando los cachitos por todos los bardales y cunetas que había entre su casa y la mía.

Desde entonces, cuando encontrábamos a la pareja de la guardia civil paseando por el camino real, nos escondíamos o nos cruzábamos a la otra orilla... Nos temblaban las piernas de miedo.

Años más tarde nos enteramos de que lo de los Guardias lo inventó la tía de Pili para darnos un escarmiento porque nos habían visto.

Después de más de 50 años, mi amiga Pili y yo todavía nos acordamos de aquella dichosa calabaza.

Comentarios