LA CAJA DE LOS RECUERDOS, de Secundina Ruiz

 

Juan, el maestro que nos da el curso de memoria, nos enseñó una cajita de madera y nos dijo

—Cuando mis padres murieron nos dejaron en casa esta cajita. ¿Qué pensáis que traía dentro?

Era de madera. Tendría 15 cm de larga, de ancha como 9 cm, y de alta algo parecido.

Esperábamos que la abriera, pero le daba vueltas y esperaba contestación.

Yo pensé que podía tener muchas cosas. Pensaba en mi casa. Mis abuelos, por parte de mi padre, tenían también una caja de madera. La mirabas y parecía un libro. En ella metían el dinero... cuando lo tenían. Aquella caja la había hecho, de joven, un hermano de mi padre que se había ido a Buenos Aires. Todos los hermanos eran muy curiosos trabajando la madera. Mi madre decía que esa caja era una reliquia.

Mi abuela, en los últimos años de su vida, le dio a mi madre otra cajita pequeña con una tapa de conchas de mar, y en la concha mayor tenía escrito el nombre de Santander. Parece ser que mi padre, cuando estaba soltero, se la había traído a mi abuela, y, pasados los años, cuando mi madre se quedó viuda, la abuela le dijo “toma esta cajita, que ya tienes tú más derecho que yo a tenerla”.

Yo la utilicé después de joyero y ahora la tiene mi hija. Siempre hemos cuidado mucho esa caja.

También le he dado a mi hija las gafas de mi otra abuela. Las usó mucho tiempo mi tía Consuelo hasta que se quedó ciega. Los cristales son dos redondelucos. Las patillas están rotas y tenía una goma para que no se cayeran al ponérselas.

Un hijo mío tiene, en una urna, el reloj de bolsillo de mi padre y el reloj del abuelo (por parte de padre) y su petaca de tabaco. En casa guardamos muchos recuerdos.

Así que yo pensaba que en la caja del maestro podía haber tantas cosas...

Al final la abrió y había un papel con un letrero que ponía “Imaginación”.

Ya lo creo que sí, cuanta imaginación podía tener...

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